martes, 28 de febrero de 2012

Me basto… ¡y me sobro!

“La propia estima no puede ser verificada por los demás. Tú vales porque tú dices que es así. Si dependes de los demás para valorarte, esta valorización estará hecha por los demás” dice Wayne Dyer en su libro Tus zonas erróneas.

A lo largo de la vida se nos enseña que querernos está mal, que es egoísta. Desde niños se nos enseñó a respetar a los mayores porque son “más importantes”.

Ahora debemos desaprender lo aprendido y amarnos a nosotros mismos, sin importar lo que piensen los demás, pues somos tan importantes como el resto.

Del amor propio aparecen los sentimientos que puedan tener los demás hacia nosotros y es que nadie te podrá querer si tú no te quieres. Además, si uno está seguro de sí mismo y tiene confianza en lo que piensa, estará dispuesto a permitir que sus seres queridos elijan por sí mismos lo que hacer sin sentir celos ni desconfianza.

No debemos pensar en nosotros mismos como un ser, una pieza, pues tendemos a rechazarnos. Sino que debemos empezar por desglosar cada parte de nuestro ser e ir amándolo.

En primer lugar atiende a tu cuerpo, a cada zona. ¿Te gusta lo que ves? Debes tener en cuenta que la sociedad ha fijado un modelo de belleza que no se corresponde con la realidad. Todas las chicas no son como las modelos de Victoria’s Secret y todos tenemos algún defecto. Descubre cada parte de tu cuerpo: tus piernas, brazos, abdomen… y apréciate, gústate.

Con el resto de ti haz lo mismo ¿Te gusta lo que haces? A lo que dedicas tu vida. ¿Te gusta como eres en sociedad? Si crees que puedes cambiar algo y SENTIRTE MEJOR, hazlo, póntelo como meta. Pero hazlo por ti y no por los demás. No dejes que los anuncios de cosméticos te hagan creer que la única manera de ser atractiva es siendo artificial.

¿Sabías que en ocasiones se llegan a estropear parejas porque uno no se valora a sí mismo? Esto hace que no confíe en su amante cuando le adula y se va destruyendo la relación debido a la desconfianza. No lo permitas.

Cuando una persona se ama a sí misma, esta aceptación implica una falta de quejas, pues protesta la gente que desconfía de sí.

Me refiero a las quejas sobre los rasgos físicos o de personalidad. Y es que plantéatelo de esta forma: Quejarse, ¿para qué? La mayoría de nuestras quejas es sobre algo que o no tiene solución o sólo podemos resolverlo nosotros, entonces, ¿de qué sirve hacer partícipe a los demás de nuestros desconciertos? ¿Crees que por decirle a un amigo que tienes más barriga o menos pecho del deseado va a poder hacer algo? No. En todo caso le trasladarás tu pena y se sentirá mal por ti sin necesidad alguna.

La lamentación es inútil, te impide vivir la vida de una forma positiva. Al igual que la vanidad, que no es más que la falta de valoración propia y el deseo de gustar a los demás. Es decir, exige amor a los demás para así poder amarse.

Sabido esto, ¿por qué elegir una conducta autodestructiva si amarse es mejor y más sano?

Aquí propongo una serie de pautas a seguir para conseguirlo:

- No dudes de cuando te hagan un piropo o te digan “Te quiero”. Simplemente acéptalo con un muchas gracias o correspondiendo.

- Haz lo que realmente te gusta, siempre es bueno darse caprichos.

- Elimina la envidia de tu vida. Es sólo una forma de reconocer que alguien vale más que tú.

- Si no te gusta algún trabajo que hiciste inténtalo de nuevo. Por haber hecho algo mal no significa que tú no valgas.

- Ámate, ama tu cuerpo.

- Cree en ti y en todo lo que haces.

Enamórate de la persona más hermosa, más valiosa, más estimulante y atractiva que haya existido jamás: tú.

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