Hoy he tenido el placer de escuchar por casualidad una historia de superación personal que no he podido evitar escribir en este blog.
Este hombre de la foto se llama Howard Jackson y actualmente se encuentra vendiendo pañuelos en los semáforos de la localidad de Camas, en Sevilla, donde vive de okupa desde hace 8 años.
Howard proviene del país de Liberia, del que tuvo que huír con 16 años en medio de la guerra. Perdió a su familia y sobrevivió como pudo. A día de hoy es un apátrida, es decir, que no tiene nacionalidad alguna ya que aun no tiene permiso de residencia en España y la República de Libera señala que su nacionalidad liberina no puede ser probada.
Lo que más me ha llamado la atención de este hombre es que, a pesar de todas los infortunios que afectan su vida, no repercuten para nada en su buen humor y sus ganas de seguir luchando. Todos los días se viste con uno de sus 200 disfraces y sale al mundo con la intención de contagiar su mejor sonrisa al resto de habitantes. No le importa el frío o el calor, no le importa lo que dirán, no le importa nada más que el ratito de felicidad que le concede a cada uno de los vecinos de su localidad al verlo con sus mejores galas.
Pantera, monja, caperucita roja, cleopatra, escocés, veneciano, princesa, centurión romano, torero o pastora, como en la imagen, son algunos de los carácteres que utiliza cada día para poder cumplir su sueño y es que, no he contado aun lo mejor de todo: para qué quiere el dinero.
Howard utiliza sus beneficios para estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), pues su padre quería que estudiara esa carrera y él quiere ser juez. Aunque por su mala economía sólo pueda matricularse de dos o tres asignaturas al año está claro que no se rendirá nunca.
Siempre he tenido presente que si quieres, puedes y si no que le pregunten a Howard, el vendedor de pañuelos.
viernes, 6 de diciembre de 2013
domingo, 22 de septiembre de 2013
El árbol confundido
Había una vez -en algún lugar que podría ser cualquier lugar, y en un tiempo que podría ser cualquier tiempo-, un hermoso jardín, con manzanos, naranjos, perales y bellísimos rosales, todos ellos felices y satisfechos.
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste.
El pobre tenía un problema: "No sabía quién era"...
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, - Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas-. -¿Ves qué fácil es?-
-No lo escuches...-, exigía el rosal. -Es más sencillo tener rosas.. - ¿Ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución-:
-¡No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior!-.
Y dicho esto, el búho desapareció.
-¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... - Se preguntaba el árbol, desesperado,...
¡CUANDO DE PRONTO, COMPRENDIÓ!
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: -Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera, porque no eres un rosal-.
-¡Eres un roble!-. -Y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: ¡Cúmplela!.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de si mismo, y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.
Yo me pregunto, al ver a mi alrededor, -¿Cuántos serán robles que no se permiten a si mismos crecer?....
¿Cuántos serán rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?.... ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer?
En la vida, todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser.
¡NUNCA LO OLVIDES!
Todo era alegría en el jardín, excepto por un árbol profundamente triste.
El pobre tenía un problema: "No sabía quién era"...
Lo que le faltaba era concentración, le decía el manzano, - Si realmente lo intentas, podrás tener sabrosísimas manzanas-. -¿Ves qué fácil es?-
-No lo escuches...-, exigía el rosal. -Es más sencillo tener rosas.. - ¿Ves qué bellas son?
Y el árbol, desesperado, intentaba todo lo que le sugerían, y como no lograba ser como los demás, se sentía cada vez más frustrado.
Un día llegó hasta el jardín el búho, la más sabia de las aves, y al ver la desesperación del árbol, le dijo: -No te preocupes, tu problema no es tan grave, es el mismo de muchísimos seres sobre la tierra. Yo te daré la solución-:
-¡No dediques tu vida a ser como los demás quieran que seas. Sé tu mismo, conócete, y para lograrlo, escucha tu voz interior!-.
Y dicho esto, el búho desapareció.
-¿Mi voz interior?... ¿Ser yo mismo?... ¿Conocerme?... - Se preguntaba el árbol, desesperado,...
¡CUANDO DE PRONTO, COMPRENDIÓ!
Y cerrando los ojos y los oídos, abrió el corazón, y por fin pudo escuchar su voz interior diciéndole: -Tú jamás darás manzanas porque no eres un manzano, ni florecerás cada primavera, porque no eres un rosal-.
-¡Eres un roble!-. -Y tu destino es crecer grande y majestuoso. Dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros, belleza al paisaje... Tienes una misión: ¡Cúmplela!.
Y el árbol se sintió fuerte y seguro de si mismo, y se dispuso a ser todo aquello para lo cual estaba destinado.
Así, pronto llenó su espacio y fue admirado y respetado por todos. Y sólo entonces el jardín fue completamente feliz.
Yo me pregunto, al ver a mi alrededor, -¿Cuántos serán robles que no se permiten a si mismos crecer?....
¿Cuántos serán rosales que, por miedo al reto, sólo dan espinas?.... ¿Cuántos, naranjos que no saben florecer?
En la vida, todos tenemos un destino que cumplir, un espacio que llenar. No permitamos que nada ni nadie nos impida conocer y compartir la maravillosa esencia de nuestro ser.
¡NUNCA LO OLVIDES!
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Me doy permiso para...
Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia, de las que me ignoran, me niegan un beso, un abrazo...
No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia aunque vengan de mis padres o de mi marido, o mujer.
Ni de mis hijos, ni de mi jefe, ni de nadie.
Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento fuera de mi vida.
Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.
Me doy permiso para no obligarme a ser “el alma de la fiesta”, el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan.
No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo: no he nacido para estimularles con tal de que continúen a mi lado.
Mi propia existencia, mi ser; ya es valioso.
Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme.
Mi presencia ya es suficiente: no he de agotarme haciendo más.
Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo.
No voy a cargar con responsabilidades que corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse.
Si las exigencias de mis superiores son desproporcionadas hablaré con ellos clara y serenamente.
Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas
Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o agresión: hay también mucha belleza y alegría inexplorada.
Decido abandonar los miedos conocidos y me arriesgo a explorar las aventuras por conocer.
Más vale lo bueno que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.
Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente.
No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente.
Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable. Es decir: inhumano.
Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme culpable.
No he nacido para ser la víctima de nadie.
Me doy permiso para no estar esperando alabanzas, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros.
Me permito no sufrir angustia esperando una llamada de teléfono, una palabra amable o un gesto de consideración.
Me afirmo como una persona no adicta a la angustia.
Soy yo quien me valoro, me acepto y me aprecio No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior.
Y no espero encerrado o recluido ni en casa, ni en un pequeño círculo de personas de las que depender.
Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia.
Empiezo por reconocer mis valores, Y el resto vendrá solo. No espero de fuera.
Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta película de cine, tanto periódico, tanto libro, tantas músicas.
Decido no intentar absorber el exceso de información. Me permito no querer saberlo todo. Me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.
Y me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo.
Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente. Y aún sobra.
Me doy permiso para ser inmune a los elogios o alabanzas desmesurados: las personas que se exceden en consideración resultan abrumadoras. Y dan tanto porque quieren recibir mucho más a cambio.
Prefiero las relaciones menos densas.
Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego.
Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico.
No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo.
No me esfuerzo por complacer.
Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.
Elijo lo que me da salud y vitalidad.
Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros.
No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.
Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo “anormal” en mis estados emocionales lo establezco yo.
JOAQUÍN ARGENTE
Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.
Elijo lo que me da salud y vitalidad.
Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros.
No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.
Me permito estar tal como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: lo “normal” y lo “anormal” en mis estados emocionales lo establezco yo.
JOAQUÍN ARGENTE
jueves, 6 de junio de 2013
El monje que vendió su ferrari
¿Has leído "El monje que vendió su ferrari? ¿No? Y, ¿a qué esperas?. Es un libro más que recomendado para saber hayarse a uno mismo, la paz mental y espiritual y además poder alcanzar la felicidad eterna.
Cuenta la historia de Julián Mantle un exitoso abogado que creía haber llegado a alcanzar la felicidad de la vida a través del éxito y reconocimiento en su trabajo. Julián lo tenía todo (materialmente hablando): grandes casas, lujosos coches y mucho, muchísimo dinero para toda una vida y otra más. Pero ignoraba que el frenetsmo en el que vivía le podría costar la vida.
Tras un infarto en medio de uno de sus juicios el médico le dió un ultimátum: o su carrera o su vida, por lo que hizo las maletas y se alejó de todo el estrés de su vida, cambiándolo por un apasionante viaje por la India y así redescubrirse.
Es un libro que no te dejará indiferente. Te ayudará a ver las cosas de otro modo y te servirá de inspiración para cambiar esas pequeñas cosas en tu vida que consideras que no deberían estar ahí y te hacen infeliz.
¡No dejes de leerlo!
Cuenta la historia de Julián Mantle un exitoso abogado que creía haber llegado a alcanzar la felicidad de la vida a través del éxito y reconocimiento en su trabajo. Julián lo tenía todo (materialmente hablando): grandes casas, lujosos coches y mucho, muchísimo dinero para toda una vida y otra más. Pero ignoraba que el frenetsmo en el que vivía le podría costar la vida.
Tras un infarto en medio de uno de sus juicios el médico le dió un ultimátum: o su carrera o su vida, por lo que hizo las maletas y se alejó de todo el estrés de su vida, cambiándolo por un apasionante viaje por la India y así redescubrirse.
Es un libro que no te dejará indiferente. Te ayudará a ver las cosas de otro modo y te servirá de inspiración para cambiar esas pequeñas cosas en tu vida que consideras que no deberían estar ahí y te hacen infeliz.
¡No dejes de leerlo!
lunes, 20 de mayo de 2013
domingo, 21 de abril de 2013
Diferencias
Imagina un hogar, un hogar feliz: dos pisos, jardín, mascota, padres cariñosos e hijos adorados, el ojito derecho y el izquierdo de mamá. Ahora imagina a esos dos niños, Ana de 14 años e Isaías de 4, jugando divertidamente en el interior a tirar y cazar pompas de jabón.
De pronto Ana para de hacer pompas y coge la mano de Isaías, las mira detenidamente y reclama la atención de su hermano en la misma dirección.
- Isaías, dime ¿ves la diferencia de nuestras manos?
- Sí, - contesta el benjamín - la mía es más pequeña.
Debo añadir que Isaías es un niño de color, adoptado por una familia blanca cuando apenas contaba con unos meses de vida.
Si ellos no ven la diferencia entre un color y otro ¿por qué enseñársela? Si sólo son capaces de ver el amor de sus padres, ¿por qué enseñarles a ver el odio que sienten los demás? ¿No sería mejor dejarles crecer atendiendo más a las igualdades que a las diferencias? ¿que aprecien más el interior que el exterior?
De pronto Ana para de hacer pompas y coge la mano de Isaías, las mira detenidamente y reclama la atención de su hermano en la misma dirección.
- Isaías, dime ¿ves la diferencia de nuestras manos?
- Sí, - contesta el benjamín - la mía es más pequeña.
Debo añadir que Isaías es un niño de color, adoptado por una familia blanca cuando apenas contaba con unos meses de vida.
Si ellos no ven la diferencia entre un color y otro ¿por qué enseñársela? Si sólo son capaces de ver el amor de sus padres, ¿por qué enseñarles a ver el odio que sienten los demás? ¿No sería mejor dejarles crecer atendiendo más a las igualdades que a las diferencias? ¿que aprecien más el interior que el exterior?
viernes, 19 de abril de 2013
La tristeza y la furia
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
- Jorge Bucay -
domingo, 14 de abril de 2013
Descubriendo lo mejor de uno mismo
El maestro llevó al discípulo a las proximidades de un lago.
- Hoy voy a enseñarte qué significa verdadera devoción - dijo.
Le pidió al discípulo que entrase con él en el lago y, sujetándole la cabeza, se la empujó bajo el agua.
Transcurrió todo un minuto y, a mitad del segundo, el muchacho comenzó a debatirse con todas sus fuerzas para librarse de la mano del maestro y poder volver a la superficie.
Al final del segundo minuto, el maestro lo soltó. El muchacho, con el corazón acelerado, consiguió erguirse, jadeante.
- ¡Usted ha querido matarme! - gritaba.
El maestro esperó a que se calmara, y dijo:
- Si hubiera querido matarte, lo habría hecho. Sólo quería preguntarte qué sentías mientras estabas bajo el agua.
- ¡Yo sentía que me moría! ¡Todo lo que deseaba en esta vida era respirar un poco de aire!
- Se trata de eso exactamente. La verdadera devoción sólo aparece cuando tenemos un único deseo y llegaremos a morir si no conseguimos realizarlo.
- Hoy voy a enseñarte qué significa verdadera devoción - dijo.
Le pidió al discípulo que entrase con él en el lago y, sujetándole la cabeza, se la empujó bajo el agua.
Transcurrió todo un minuto y, a mitad del segundo, el muchacho comenzó a debatirse con todas sus fuerzas para librarse de la mano del maestro y poder volver a la superficie.
Al final del segundo minuto, el maestro lo soltó. El muchacho, con el corazón acelerado, consiguió erguirse, jadeante.
- ¡Usted ha querido matarme! - gritaba.
El maestro esperó a que se calmara, y dijo:
- Si hubiera querido matarte, lo habría hecho. Sólo quería preguntarte qué sentías mientras estabas bajo el agua.
- ¡Yo sentía que me moría! ¡Todo lo que deseaba en esta vida era respirar un poco de aire!
- Se trata de eso exactamente. La verdadera devoción sólo aparece cuando tenemos un único deseo y llegaremos a morir si no conseguimos realizarlo.
- Paulo Coelho -
viernes, 12 de abril de 2013
La camisa del hombre feliz
Había una vez un rey cuya riqueza y poder eran tan inmensos, como eran de inmensas su tristeza y desazón.
- Daré la mitad de mi reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches- dijo un día.
Quizás más interesados en el dinero que podían conseguir que en la salud del Rey, los consejeros de la corte decidieron ponerse en campaña y no detenerse hasta encontrar la cura para el sufrimiento real. Desde los confines de la tierra mandaron traer a los sabios más prestigiosos y a los magos más poderosos de entonces, para ayudarles a encontrar el remedio buscado.
Pero todo fue en vano, nadie sabía cómo curar al monarca.
Una tarde, finalmente, apareció un viejo sabio que les dijo:
- Si encontráis en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Tiene que ser alguien que se sienta completamente satisfecho, que nada le falte y que tenga acceso a todo lo que necesita. Cuando lo halléis -siguió el anciano- pedidle su camisa y traedla a palacio. Decidle al rey que duerma una noche entera vestido solo con esa prenda. Os aseguro que mañana despertará curado.
Los consejeros se abocaron de lleno y con completa dedicación a la búsqueda de un hombre feliz, aunque ya sabían que la tarea no resultaría fácil.
En efecto, el hombre que era rico, estaba enfermo; el que gozaba de buena salud, era pobre. Aquel, rico y sano, se quejaba de su mujer y ésta, de sus hijos.
Todos los entrevistados coincidían en que algo les faltaba para ser totalmente felices aunque nunca se ponían de acuerdo en aquello que les faltaba.
Finalmente, una noche, muy tarde, un mensajero llegó al palacio. Habían encontrado al hombre tan interesantemente buscado. Se trataba de un humilde campesino que vivía al norte en la zona más árida del reino. Cuando el monarca fue informado del hallazgo. Éste se llenó de alegría e inmediatamente mandó que le trajeran la camisa de aquel hombre, a cambio de la cual deberían darle al campesino cualquier cosa que pidiera.
Los envidos se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para comprarle la camisa y, si era necesario -se decían- se la quitarían por la fuerza...
El rey tardó mucho en sanar de su tristeza. De hecho su mal se agravó bastante cuando se dieron cuenta de que el hombre más feliz de su reino, quizás el único totalmente feliz, era tan pobre, tan pobre... que no tenía ni siquiera una camisa.
- Daré la mitad de mi reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches- dijo un día.
Quizás más interesados en el dinero que podían conseguir que en la salud del Rey, los consejeros de la corte decidieron ponerse en campaña y no detenerse hasta encontrar la cura para el sufrimiento real. Desde los confines de la tierra mandaron traer a los sabios más prestigiosos y a los magos más poderosos de entonces, para ayudarles a encontrar el remedio buscado.
Pero todo fue en vano, nadie sabía cómo curar al monarca.
Una tarde, finalmente, apareció un viejo sabio que les dijo:
- Si encontráis en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Tiene que ser alguien que se sienta completamente satisfecho, que nada le falte y que tenga acceso a todo lo que necesita. Cuando lo halléis -siguió el anciano- pedidle su camisa y traedla a palacio. Decidle al rey que duerma una noche entera vestido solo con esa prenda. Os aseguro que mañana despertará curado.
Los consejeros se abocaron de lleno y con completa dedicación a la búsqueda de un hombre feliz, aunque ya sabían que la tarea no resultaría fácil.
En efecto, el hombre que era rico, estaba enfermo; el que gozaba de buena salud, era pobre. Aquel, rico y sano, se quejaba de su mujer y ésta, de sus hijos.
Todos los entrevistados coincidían en que algo les faltaba para ser totalmente felices aunque nunca se ponían de acuerdo en aquello que les faltaba.
Finalmente, una noche, muy tarde, un mensajero llegó al palacio. Habían encontrado al hombre tan interesantemente buscado. Se trataba de un humilde campesino que vivía al norte en la zona más árida del reino. Cuando el monarca fue informado del hallazgo. Éste se llenó de alegría e inmediatamente mandó que le trajeran la camisa de aquel hombre, a cambio de la cual deberían darle al campesino cualquier cosa que pidiera.
Los envidos se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para comprarle la camisa y, si era necesario -se decían- se la quitarían por la fuerza...
El rey tardó mucho en sanar de su tristeza. De hecho su mal se agravó bastante cuando se dieron cuenta de que el hombre más feliz de su reino, quizás el único totalmente feliz, era tan pobre, tan pobre... que no tenía ni siquiera una camisa.
miércoles, 10 de abril de 2013
Obstáculos
Voy andando por un sendero.
Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Mesorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.
- Jorge Bucay -
miércoles, 27 de marzo de 2013
El príncipe y el mendigo
Había una vez un príncipe que vivía en un palacio y poseía todo lo que deseara tener, como corresponde a todo príncipe de cuento. En la mañana de esta historia, ve pasar a un mendigo pidiendo limosna con un platillo. El príncipe lo manda llamar e intenta tirar algunas monedas en su extraña escudilla amarillenta.
Pero el mendigo lo detiene y le dice:
- Perdona, señor, tú eres el hombre más rico del mundo; si de verdad quieres darme una limosna, y te confieso que no estás obligado, dame lo suficiente para llenar mi plato. No me des dinero si no quieres, dame comida o basura, pero dame tanto como para colmar mi escudilla. Si no quieres o no puedes hacerlo, preferiría que aguardes al próximo mendigo para complacer tu caridad de esta mañana.
El príncipe se sorprende, está tentado de echarlo a patadas, pero piensa que quizás el pordiosero tenga algo de razón. Si un príncipe no puede dejar satisfecho a un mendigo, quién lo haría.
El poderoso palmea las manos y aparecen dos sirvientes con una bandeja repleta de bolsitas de cuero llenas de monedas. Sin decir una palabra, el príncipe comienza a echar monedas en el platillo y ve con sorpresa cómo desaparecen inmediatamente en el fondo del recipiente. No puede creer lo que sucede, pero unos segundos después de haber echado las últimas monedas, el platillo está tan vacío como cuando el mendigo llegó.
El soberano llama a su consejero y al poco rato es traído un arcón lleno de valiosas joyas de todas partes del mundo. Al principio de a puñados, y luego con la ayuda de los sirvientes, todos echan alhajas en la escudilla para conseguir llenarla aunque sea por un instante... pero no hay caso, el fondo amarillento parece tragarse instantáneamente todo lo que cae. Fastidiado, el príncipe manda a traer fuentes llenas de comida y lo mismo vuelve a suceder, el plato permanece tan vacío como siempre.
Derrotado el soberano, detiene a los diez sirvientes que ahora a un tiempo siguen echando infructuosamente panes y frutas en la escudilla.
- Me has vencido - dice el príncipe -. Yo, el más poderoso de los hombres, no puedo llenar el plato de un mendigo. Aprenderé esta lección de humildad... Por favor, quédate a comer conmigo y cuéntame de dónde sacaste esta escudilla mágica que nunca se llena.
- Meses atrás - responde el mendigo - mi viejo plato de madera se rompió. Buscando un tronco caído para tallar una nueva escudilla, me crucé una noche con un cadáver tirado al costado del camino. Los animales habían devorado la carne del pobre desgraciado y sólo quedaba el esqueleto pelado. Seguro de que no dañaba a nadie, conseguí prestada una sierra de unos granjeros y corté la parte superior de su cráneo. La lavé y desde entonces la uso como platillo. Lo que has visto, príncipe, no es magia, lo que sucede es que este cráneo conserva todavía algunas de las propiedades que tenía cuando era parte de la cabeza del hombre; y la cabeza, majestad, siempre es insaciable.
Pero el mendigo lo detiene y le dice:
- Perdona, señor, tú eres el hombre más rico del mundo; si de verdad quieres darme una limosna, y te confieso que no estás obligado, dame lo suficiente para llenar mi plato. No me des dinero si no quieres, dame comida o basura, pero dame tanto como para colmar mi escudilla. Si no quieres o no puedes hacerlo, preferiría que aguardes al próximo mendigo para complacer tu caridad de esta mañana.
El príncipe se sorprende, está tentado de echarlo a patadas, pero piensa que quizás el pordiosero tenga algo de razón. Si un príncipe no puede dejar satisfecho a un mendigo, quién lo haría.
El poderoso palmea las manos y aparecen dos sirvientes con una bandeja repleta de bolsitas de cuero llenas de monedas. Sin decir una palabra, el príncipe comienza a echar monedas en el platillo y ve con sorpresa cómo desaparecen inmediatamente en el fondo del recipiente. No puede creer lo que sucede, pero unos segundos después de haber echado las últimas monedas, el platillo está tan vacío como cuando el mendigo llegó.
El soberano llama a su consejero y al poco rato es traído un arcón lleno de valiosas joyas de todas partes del mundo. Al principio de a puñados, y luego con la ayuda de los sirvientes, todos echan alhajas en la escudilla para conseguir llenarla aunque sea por un instante... pero no hay caso, el fondo amarillento parece tragarse instantáneamente todo lo que cae. Fastidiado, el príncipe manda a traer fuentes llenas de comida y lo mismo vuelve a suceder, el plato permanece tan vacío como siempre.
Derrotado el soberano, detiene a los diez sirvientes que ahora a un tiempo siguen echando infructuosamente panes y frutas en la escudilla.
- Me has vencido - dice el príncipe -. Yo, el más poderoso de los hombres, no puedo llenar el plato de un mendigo. Aprenderé esta lección de humildad... Por favor, quédate a comer conmigo y cuéntame de dónde sacaste esta escudilla mágica que nunca se llena.
- Meses atrás - responde el mendigo - mi viejo plato de madera se rompió. Buscando un tronco caído para tallar una nueva escudilla, me crucé una noche con un cadáver tirado al costado del camino. Los animales habían devorado la carne del pobre desgraciado y sólo quedaba el esqueleto pelado. Seguro de que no dañaba a nadie, conseguí prestada una sierra de unos granjeros y corté la parte superior de su cráneo. La lavé y desde entonces la uso como platillo. Lo que has visto, príncipe, no es magia, lo que sucede es que este cráneo conserva todavía algunas de las propiedades que tenía cuando era parte de la cabeza del hombre; y la cabeza, majestad, siempre es insaciable.
- Jorge Bucay -
viernes, 15 de marzo de 2013
El Cajero de la Felicidad
Cuando pensábamos que era imposible Coca Cola lo ha vuelto a lograr.
Este anuncio nos inspira a todos a dar lo mejor de nosotros. Espero que os guste tanto como me ha gustado a mí, puedo asegurar que incluso he llorado.
¡Disfrutadlo!
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viernes, 1 de marzo de 2013
La piedra
"La piedra"
El distraído tropezó con ella.
El violento la utilizo como proyectil.
El emprendedor construyó con ella.
El campesino cansado la utilizó como asiento.
Para los niños fue solo un juguete.
Drummond la poetizó.
David la utilizó para matar a Golliat, y Miguel Ángel sacó la mas bella escultura.
En todos los casos, la diferencia NO estuvo en la piedra, sino en el hombre.
No existe "piedra" en tu camino que no puedas utilizar para tu propio crecimiento.
sábado, 23 de febrero de 2013
Hoy he aprendido...
... a respetar en lugar de soportar. Porque cuando soportas estás aguantando una carga que tú mismo te impornes.
Cuando soportas te irritas por el comportamiento que puedan tener los demás por no llegar a hacer las cosas como a ti te gustaría que las hicieran o como tú mismo las haces.
Cuando soportas piensas que los demás pueden llegar a cambiar por verte aguantando lo que no deberías aguantar y te decepcionas cuando no lo hacen.
Cuando soportas esperas que los demás también soporten tus comportamientos y les reprochas por haberlo hecho tú cuando no te lo han pedido siquiera.
Cuando soportas no eres feliz.
En cambio, cuando respetas no te impones cargas, simplemente aceptas que cada uno tiene su espacio de actuación y que los demás tienen el mismo derecho que tú de hacer lo que más les guste.
Cuando respetas simplemente buscas tu propio espacio si lo que están haciendo en el otro te molesta.
Cuando te respetas a ti mismo y respetas a los demás tienes otra perspectiva de la vida, una perspectiva más feliz.
¡Buenas noches lectores!
Cuando soportas te irritas por el comportamiento que puedan tener los demás por no llegar a hacer las cosas como a ti te gustaría que las hicieran o como tú mismo las haces.
Cuando soportas piensas que los demás pueden llegar a cambiar por verte aguantando lo que no deberías aguantar y te decepcionas cuando no lo hacen.
Cuando soportas esperas que los demás también soporten tus comportamientos y les reprochas por haberlo hecho tú cuando no te lo han pedido siquiera.
Cuando soportas no eres feliz.
En cambio, cuando respetas no te impones cargas, simplemente aceptas que cada uno tiene su espacio de actuación y que los demás tienen el mismo derecho que tú de hacer lo que más les guste.
Cuando respetas simplemente buscas tu propio espacio si lo que están haciendo en el otro te molesta.
Cuando te respetas a ti mismo y respetas a los demás tienes otra perspectiva de la vida, una perspectiva más feliz.
¡Buenas noches lectores!
sábado, 16 de febrero de 2013
Alcanzar la verdadera felicidad...
Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo. Para ello es preciso aplicar muchos factores diferentes desde distintas direcciones. No se debería tener, por ejemplo, la idea de que sólo existe una clave, un secreto que, si se llega a desvelar, hará que todo marche bien. Es como cuidar adecuadamente del propio cuerpo; se necesitan diversas vitaminas y nutrientes, no sólo uno o dos. Del mismo modo, para alcanzar la felicidad hay que utilizar una veriedad de enfoques y métodos, superar los variados y complejos estados negativos. Podemos cambiar y transformarnos pero sólo a través del entrenamiento. En la práctica budista existen varios métodos para mantener una mente serena cuando sucede algo perturbador. La práctica repetida de ellos nos permite llegar al punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasen más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano pero que no tienen gran efecto en sus profundidades.
- Dalai Lama -
martes, 12 de febrero de 2013
¿Camino? a la felicidad
Últimamente he estado leyendo, aprendiendo y meditando acerca de el camino hacia la felicidad. Hay gente que considera que hay un solo camino, incluso he oído decir que no hay camino a la felicidad, que la felicidad es el camino. Son muchas las opiniones.
Entonces, si me cuestiono esto, te preguntarás ¿a qué viene escribir este blog con semejante nombre? Verás, desde un principio tenía clara la idea, lo que me faltaban eran las palabras. Por ello, ahora que las tengo, volveré al principio de los tiempos y explicaré mi concepto de "Camino a la Felicidad".
Realmente creo que no existe un único camino, hay cientos, incluso miles, millones, puede haber tantos caminos como personas en el mundo, pues cada uno concibe su propia idea de felicidad. De lo que sí estoy segura es de que no hay una ausencia de camino, pues muchos requieren de un aprendizaje para ser felices, ya que no conocen más que el sufrimiento y les cuesta pensar si quiera que existe un estilo de vida diferente.
De lo que también estoy segura es de que el camino es largo, aunque hay atajos, pero estos no duran un instante. Quiero decir que, en primer lugar, se debe diferenciar entre lo que consideramos felicidad y lo que entendemos por alegría. Los instantes son alegres, la vida es feliz. Alegre estás en un momento dado en que te ha sucedido algo positivo, la felicidad, en cambio, es un modo de vida perpetuo. Puede haber alegría es una vida feliz, pero también puede haber instantes de dolor y sufrimiento, pues son necesarios para aprender de ellos y fortalecernos. No existe vida sin dolor, pero ante él se puede elegir aceptarlo y entender la lección que nos brinda o torturarnos.
Dicho esto, te preguntarás ¿por qué se llama el blog "Camino a la Felicidad" si sabemos que hay más de uno? Porque éste es mi camino a la felicidad. Aquí publico mis aprendizajes sobre mi propio recorrido con la esperanza de que pueda ayudar a muchos a encontrar el suyo propio.
Muchas gracias a los que me leen y como siempre digo: con ayudar si quiera a una sola persona a hallar su camino a la felicidad me doy por más que satisfecha.
Entonces, si me cuestiono esto, te preguntarás ¿a qué viene escribir este blog con semejante nombre? Verás, desde un principio tenía clara la idea, lo que me faltaban eran las palabras. Por ello, ahora que las tengo, volveré al principio de los tiempos y explicaré mi concepto de "Camino a la Felicidad".
Realmente creo que no existe un único camino, hay cientos, incluso miles, millones, puede haber tantos caminos como personas en el mundo, pues cada uno concibe su propia idea de felicidad. De lo que sí estoy segura es de que no hay una ausencia de camino, pues muchos requieren de un aprendizaje para ser felices, ya que no conocen más que el sufrimiento y les cuesta pensar si quiera que existe un estilo de vida diferente.
De lo que también estoy segura es de que el camino es largo, aunque hay atajos, pero estos no duran un instante. Quiero decir que, en primer lugar, se debe diferenciar entre lo que consideramos felicidad y lo que entendemos por alegría. Los instantes son alegres, la vida es feliz. Alegre estás en un momento dado en que te ha sucedido algo positivo, la felicidad, en cambio, es un modo de vida perpetuo. Puede haber alegría es una vida feliz, pero también puede haber instantes de dolor y sufrimiento, pues son necesarios para aprender de ellos y fortalecernos. No existe vida sin dolor, pero ante él se puede elegir aceptarlo y entender la lección que nos brinda o torturarnos.
Dicho esto, te preguntarás ¿por qué se llama el blog "Camino a la Felicidad" si sabemos que hay más de uno? Porque éste es mi camino a la felicidad. Aquí publico mis aprendizajes sobre mi propio recorrido con la esperanza de que pueda ayudar a muchos a encontrar el suyo propio.
Muchas gracias a los que me leen y como siempre digo: con ayudar si quiera a una sola persona a hallar su camino a la felicidad me doy por más que satisfecha.
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